Cuando nos encontramos con pacientes con deterioro cognitivo, el plan de intervención nutricional debe incluir no sólo recomendaciones sobre el aporte de energía y nutrientes para el enfermo, sino también toda la información, formación y sugerencias para los cuidadores, que deben ser capaces de llevar a la práctica el programa de nutrición bajo la supervisión constante de un equipo sanitario, y de responder a los preocupantes problemas que irán apareciendo en relación a la alimentación a medida que progrese la enfermedad. Es el cuidador, quien mejor puede atender a la evolución del paciente, ya que es el primero en observar los cambios que vayan apareciendo.

A todos los factores propios de la vejez ,tenemos que sumar en los pacientes con EA una pésima actitud hacia la comida condicionada por su deterioro funcional y cognitivo y la pérdida de autonomía, que dificultan más aún alcanzar los requerimientos nutricionales y mantener el peso corporal. La EA afecta el estado nutricional, especialmente en los pacientes institucionalizados, y de forma más grave si requieren asistencia en la alimentación. Estos factores de riesgo nutricional deberían evitarse en los centros de atención al paciente de Alzheimer con personal suficiente, especialmente seleccionado y cualificado. Hablaremos ahora de dos factores de riesgo fundamentales en la EA, la pérdida de peso y los trastornos de la conducta alimentaria, y más adelante de la disfagia y la dependencia.

Pérdida de peso

La pérdida de peso en los pacientes con EA puede presentarse de forma progresiva a lo largo de los años, o de una manera más brusca con pérdidas significativas en los últimos 6 meses, constituyendo esta última un factor de riesgo más importante. Se han descrito algunas variables, obtenidas con escalas de valoración nutricional, que son predictores significativos de pérdida de peso, y a las que debemos prestar especial atención:

  • dejar un 25 % o más de la comida en la mayoría de las tomas,
  • ser dependiente para la alimentación
  • recibir medicación ansiolítica.

Otros signos que nos deben hacer vigilar posibles pérdidas de peso por dificultar la ingesta son:

  • Dolor en la boca.
  • Dificultad para masticar o tragar.
  • Dentaduras postizas.
  • Depresión.
  • Agitación.
  • Enfermedades crónicas.
  • Tratamiento con ANTICOLINESTERÁSICOS o MEMANTINA.

Trastornos de la conducta alimentaria

En el paciente con EA van apareciendo progresivamente numerosas alteraciones de la conducta alimentaria, que junto con los déficits funcionales dificultan enormemente la alimentación. La negativa a comer puede producirse durante estados depresivos o de agitación. El trastorno apráxico provocará que el paciente no sepa qué hacer con los cubiertos o con los alimentos, y después tampoco los reconocerá (agnosia). La pérdida de memoria, la confusión, la incapacidad, enfrentan al paciente a una actividad, la comida, que ha perdido todo el sentido y el interés, y se ha convertido en una actividad no deseada, ante la que se muestra incómodo e irritable. La malnutrición, además de ser consecuencia, se convierte en causa de empeoramiento cognitivo.

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