Miércoles, 11 Julio 2018 12:32

Enfermedad de Alzheimer. La familia como cuidadora y como evitar el síndrome del cuidador quemado

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Para poder valorar adecuadamente el impacto personal y familiar que la atención a este tipo de enfermos produce, hay que tener en cuenta que, en el caso de las demencias, se trata de enfermedades neurodegenerativas crónicas, incurables, cuyos síntomas se agravaran con el paso del tiempo, por lo que cada vez es mayor la dependencia de sus cuidadores y exige una dedicación más exclusiva. Frecuentemente, en el inicio del cuidado, la persona que presta la atención, aún no es plenamente consciente de que es el miembro sobre el que va a recaer la mayor parte del esfuerzo y responsabilidades del cuidado, y tampoco de que probablemente se trate de una situación que requerirá cuidados prolongados a largo plazo, lo que implicara un progresivo aumento de dedicación en tiempo y energía. De forma, muchas veces inconsciente, la persona poco a poco va integrando su nuevo papel de cuidador/a en su vida diaria.

La familia es la que más sufre las consecuencias de la enfermedad y su carga es psicológica, económica y social. En la mayoría de las familias es una única persona la que asume la mayor parte de la responsabilidad de los cuidados, que suelen ser mujeres. Esto es debido a que la educación recibida, favorece la idea de que la mujer está mejor preparada que el hombre para el cuidado, ya que tiene más capacidad de abnegación y sufrimiento. A pesar de ello, se puede afirmar que cada vez es mayor el numero los hombres que participan en el cuidado de las personas mayores bien como cuidadores principales o bien como ayudantes de las cuidadoras principales, lo que significa un cambio progresivo de esta situación.

El proceso de adquisición del papel o rol de cuidador, que será más o menos largo en función de múltiples factores, es un papel clave porque influirá en la forma en que se presten los cuidados y en cómo se sientan los cuidadores.

Los motivos por los que se va a atender a una persona mayor son básicos a la hora de afrontar su cuidado. Deberían de ser motivos altruistas, familiares, de reciprocidad, de gratitud y de estima, en definitiva motivación de cariño y de amistad. En la actualidad la situación de crisis en que nos hayamos inmersos, hace que muchas veces sean motivos económicos los que influyen en la permanencia de nuestros mayores en el ámbito familiar. Cuando esto se produce suele ser frecuente que la aplicación de los cuidados no sea todo lo idónea que debería ser. Los profesionales deben valorar estas situaciones y mentalizar a las familias de las necesidades reales del enfermo. Para prevenir el síndrome del cuidador resulta esencial prestar apoyo a los cuidadores, ayudarles a cuidar y cuidarse mejor. Hasta la fecha se han desarrollado distintos tipos de intervenciones, con objetivos diversos: programas psicoeducativos, servicios de respiro, grupos de ayuda mutua,… siendo los programas psicoterapéuticos los que mejores resultados han obtenido en la mejora del estado emocional del cuidador, si bien éstos han sido en todo caso modestos.

Una serie de propuestas útiles para que el cuidador se cuide son:

  • No olvidarse de sí mismo.
  • Pedir ayuda personal al detectar los signos.
  • Acudir a un profesional (psiquiatra o psicólogo), o a grupos de auto-ayuda.
  • Aprender técnicas de relajación psicofísica, como el yoga.
  • Solicitar formación adecuada sobre la enfermedad, y sobre la práctica diaria, para enfrentar los problemas de ella derivados (nutrición, higiene, adaptación del hogar, etc.).
  • Marcarse objetivos reales, a corto plazo y factibles en las tareas de cuidar.  Ser capaz de delegar tareas en otros familiares o personal contratado sanitario o del hogar. No creerse imprescindible.
  • Mantenerse automotivado a largo plazo, autorreforzarse en los éxitos.
  • No fijarse sólo en las deficiencias y fallos que se tengan. Cuidar especialmente los descansos y la alimentación.
  • Tomarse ratos diarios para realizar los asuntos propios. Asimismo, permitirse un merecido descanso diario o semanal, fuera del contacto directo con el enfermo.
  • Intentar realizar ejercicio físico todos los días, ya que elimina toxinas corporales y despeja la mente.
  • Evitar el aislamiento, manteniendo el contacto con amigos y otros familiares.  Saber poner límite a las demandas excesivas del paciente, sin sentirse culpable por ello.
  • Expresar abiertamente a otros las frustraciones, temores o propios resentimientos, como escape emocional.
  • Planificar actividades diarias y semanales. La falta de tiempo es una de las primeras causas de agobio.
  • Promocionar la independencia del paciente. No debe realizar lo que el enfermo pueda hacer por sí mismo.
  • Utilizar los recursos formales que estén al alcance: Centros de día, Residencias de respiro temporal, asistencia domiciliaria...
  • Aceptar que estas reacciones de agotamiento son frecuentes e incluso previsibles en un cuidador. Son reacciones normales ante una situación "límite", pero que necesitan apoyo.

 

 

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